Clase n°5
historia regional
Profesor: Rodríguez María Anabel
4 T° Año
Buenos días alumnos, espero que a pesar de la
difícil situación se encuentren bien en sus casas cuidando de su salud y todos
sus seres queridos.
Comprendo que es una situación difícil la cual
nos afecta a todos de igual manera por lo cual es difícil concentrarnos y
seguir con el curso de la vida normal ala que estábamos acostumbrados, pero es
importante tener paciencia esforzarnos un poquito y tratar de cumplir con
nuestras tareas diarias
En esta ocasión recordaremos un hecho histórico
que nos permitirá reflexionar estos tiempos y recordar aquellos conceptos que
vimos en las primeras clases cuando mencionamos a la historia como una ciencia
social que está sujeta a fuentes y que puede cambiar y repetir los hechos a lo
largo del tiempo y el espacio. Recordaremos la pandemia del año 1919 y por qué
se llamó la gripe española.
La gripe española
¿Qué fue la “gripe
española”? Durante los primeros meses de 1918, en Estados Unidos, se dieron los
primeros casos de esta extraña influenza, aunque no fue hasta el otoño de ese
año cuando comenzaron a observarse los efectos devastadores que provocaría. Hay
quienes sostienen que fueron los propios estadounidenses los responsables de
desatar la epidemia en Europa, pero que lleva el gentilicio ibérico debido a
que fue ese país el que comenzó a tratar el tema en sus medios de comunicación
con mayor libertad y rigurosidad. Por darse en tiempos de la Primera Guerra
Mundial, varias fueron las naciones que adoptaron el silencio y ocultaron el
tema sin imaginar las consecuencias que esto podría traer para la salud
mundial.
Analizar con perspectiva la
última gran pandemia del siglo pasado puede servir para comprender algunas
actitudes humanas y observar cuáles fueron las lecciones aprendidas (o no), y
así avanzar con alguna certeza en tiempos de coronavirus. Desde conductas que
parecen indolentes, pasando por la falta de apego a las reglas y normas para
prevenir la enfermedad, hasta llegar a debates sobre lo que se debe hacer con
una economía que cae en picada libre, todo en este mundo pareciera haberse
visto y, quizás, en ello se encuentren algunas claves para sobrellevar la
crisis de una mejor manera.
La reacción social ante la
pandemia
Por lo dicho anteriormente,
las crónicas de los diarios españoles son las que recogen la mayor cantidad de
datos sobre el tema y desde ahí pueden trazarse paralelismos con la actualidad.
En mayo de 1918, se llevaban adelante las fiestas tradicionales de Madrid ─a
pesar de que la noticia sobre la gripe empezaba a ganar espacio─ y los
españoles no se tomaban el problema muy en serio. Tanto fue así que, en lugar
de agudizar el ingenio para prevenir el contagio, lo utilizaron para cosas como
bautizar la enfermedad con el nombre de una canción popular de la época (Soldado
de Nápoles), debido a que aseguraban que la afección era tan pegajosa como
el tema.
Tras esas celebraciones, se
reportó una enorme cantidad de infectados y la “curva de contagio” tuvo un
crecimiento exponencial que no distinguió credos ni estratos sociales: además
de clérigos y trabajadores de servicios básicos, el rey Alfonso XIII y el
primer ministro (aparte de varios miembros de su gabinete) resultaron afectados
por la gripe. Sin embargo, durante el primer brote, las tasas de mortalidad
asociadas con la influenza en este primer período de la epidemia oscilaron
entre 0,04 y 0,65 muertes por cada 1000 habitantes, lo cual les permitió a algunos
pensar que la gravedad del asunto no era tal.
No fue sino hasta septiembre
de ese año cuando los niveles de preocupación calaron hondo en la sociedad. Las
fiestas y las misas volvieron a ganar terreno. En el Viejo Continente, era
invierno y, además de las enfermedades propias de la estación, la gripe
española castigó fuertemente. Tanto fue así que las tasas de mortalidad
relacionadas con la influenza tuvieron un rango de 0,5 a 14 muertes por 1000
habitantes.
Aunque las cosas estaban
mal, había necios por doquier. En ese momento, un cura español del municipio de
Zamora fue noticia porque afirmaba que la peste era un castigo divino
estrechamente vinculado a los pecados de los feligreses y organizó cientos de
misas multitudinarias. El resultado fue desastroso y la cifra de infectados
aumentó a niveles exorbitantes en esa localidad.
Recién para finales de ese
año, las autoridades de salud ─tras duras batallas con los dirigentes
políticos─ lograron decretar la emergencia sanitaria y darles cese a todas
aquellas actividades que pudieran suspenderse. ¿Las políticas de prevención?
Las mismas que se escuchan ahora: aislamiento y aumento de las recomendaciones
de higiene personal y desinfección. Mientras tanto, la gente tuvo que aprender
a aceptar la realidad y comenzar a extremar sus cuidados para poder mantenerse
a salvo.
La reacción política y las
lecciones que podemos aprender
El coronavirus ha destapado
discusiones que, desde hace tiempo, se colocaban debajo de la alfombra. Estados
pequeños en detrimento del avance salvaje del mercado, el déficit de la salud
pública a nivel mundial y la problemática alrededor de las diferencias
abismales que existen entre las clases acomodadas y las más bajas han desnudado
la falta de previsión de decenas de líderes y las miserias de quienes no
aceptan perder ni en tiempos de catástrofes mundiales. Lamentablemente, la
gripe española ya había dado cuenta de eso también.
La decisión de las
autoridades españolas de principios de siglo de no suspender ningún tipo de
actividad que pudiera dañar el flujo comercial de los negocios del lugar, la
falta de un sistema de salud pública en la mayor parte de los núcleos rurales
del interior y la poca previsión adoptada cuando recién se había desatado la
epidemia dejaron en claro que todo fue una gran suma de eventos que no ayudaron
en nada a controlar la enfermedad que infectó a casi un tercio de la humanidad
de aquellos tiempos. Tan solo en ese país, la influenza fue responsable de más
de 260.000 muertes (uno por ciento de su población) y un exceso de mortalidad
cercano al 1,5 por ciento.
En la actualidad, la
comunicación le permite a la humanidad estar más atenta e informada sobre las
determinaciones que toman unos y otros mandatarios a nivel global. Además,
permite contemplar con asombro y estupor las actitudes de personas que, faltas
de moral o simplemente prisioneras de su ignorancia, no cumplen con las medidas
establecidas y ponen en riesgo la salud de naciones enteras en cada una de sus
arteras maniobras. No obstante, también obliga a repensar de manera consciente
cada una de las acciones de uno: apegarse a las normas, redefinir las
prioridades individuales y globales y trazar un horizonte que permite imaginar
una sociedad mejor. Los tiempos que vienen serán duros, pero depende de todos
la posibilidad de acabar con esta pandemia. Hace cien años, algo similar
ocurrió y ya es hora de tomar nota de aquellos errores del pasado para demostrar que nada de todo eso fue en vano.
Espero que
esta reseña histórica nos ayude a tomar conciencia y ver las cosas de manera seria, tratando de
cuidarnos respetando las medidas de salud con la esperanza que todo pasara, con
la esperanza que debemos ser pacientes y
responsables.
Esta semana
será para reflexionar y solo les pediré que lean y den una conclusión de lo
leído.